jueves, 6 de marzo de 2014

La Reina de Saba

El Rey Salomón tenía muchas esposas y muchas concubinas, pero sólo hubo una mujer a cuyos piés se postró: la reina de Saba. Y no era ni esposa ni concubina, era su amada. De modo que él le ofreció todo cuanto ella le pidió y mucho más. A cambio ella se ofreció a sí misma. Y su éxtasis no conoció límites y el amor que sentían nunca los traicionó.

La Reina de Saba era encantadora, espléndida y sorprendente e inspiró al Rey Salomón para crear el poema de amor más apasionado jamás escrito: "El Cantar de los Cantares". La Reina de Saba era una mujer muy lista (usaba todas las armas femeninas) y consiguió lo que miles de mujeres no son capaces de conseguir. Poner a sus pies al rey bíblico más poderoso y sonrió hasta el final.

Pero, ¿cómo lo logró? Mostrando su fuerte y glorioso YO auténtico, el igual a Salomón, la pareja del Rey. Ella lo sabía, él lo sabía y de forma sutil pero infalible ella jamás permitió que lo olvidara. Fue la primera mujer que no se doblegó ante él. Ella sabía quién debía recibir adoración. Así que lo miró a los ojos, le dedicó una sabia y astuta sonrisa y se dio la vuelta para alejarse entre contoneos a esperar las ofrendas de amor.


Dejó que Salomón le diera todo lo que quería y mucho, mucho más, incluso antes que ella se entregara a él. ¿Por qué? La reina de Saba sabía la felicidad que podía aportar a la vida de Salomón. Quería ver si se merecía su amor. Deseaba saber hasta qué punto él podía intensificar su vida, antes de permitirle entrar en ella.


Ella anhelaba una alma gemela; quería un compañero que la considerara una igual en todos los aspectos, intelectual, emocional y apasionadamente. Había estado sola durante mucho tiempo, pero seguía siendo la Reina de Saba y no se conformaría con uno menos que un igual. Sabía que para una mujer, había algo peor que estar sola: tener un compañero que no te merece y no saberlo. ¿Estaba Salomón a su altura? Fuera Rey o no, debía ponerlo a prueba.


Era una mujer muy generosa, sin embargo, ella no quería regalos materiales de Salomón, pues ya lo tenía todo. Quería ver si el hombre más sabio del mundo sabía lo que una mujer quería en realidad: regalos envueltos en sensibilidad. Amor incondicional, desinterés, apoyo, lealtad, entusiasmo, atención, cuidados, dedicación, pasión, constancia, cariño, primacía emocional. Estas eran las ofrendas de amor dignas de una Reina.

En el momento en que el rey se fijó en ella supo que no había otra mujer igual en todo el mundo. Y, en calidad de hombre, y no sólo como rey, quería que ella fuera para él, y sólo para él. Y como él era un igual, sabía lo que tenía que hacer aunque no lo hubiera hecho nunca. Debería abrirle su corazón y anteponer la felicidad y el bienestar de la reina a los suyos, en cualquier situación. Tendría que descubrir qué le encantaba a ella para poder satisfacerla. Salomón sabía que él estaba a la misma altura apasionada y generosa de la reina, y así lo demostraría.

Para aquellas de nosotras que buscamos algo más, reflexionar sobre los regalos considerables, talentos y la sabiduría de la reina de Saba puede ser una provechosa fuente de inspiración. Ella sabía que cuando un hombre nuevo entra en tu vida- ya sea rey o carpintero- si no coincide con tu generosidad de espíritu ni cubre tus necesidades emocionales, nunca seréis felices. Cuando tú misma has construido una base sobre una conciencia de abundancia (y con suerte a estas alturas ya estás muy adelantada), y el objeto de tu afecto (ya lo conozca desde hace una semana o haya estado casada con él veinte años) tiene como base la carencia, los dos siempre os sentiréis frustrados y chocaréis constantemente.

No importa nada más. Ni vuestro signo del zodíaco ni la forma en que te hace reír, ni los besos que hacen que te desvanezcas. Si ambos no sois generosos, abiertos y dos iguales en el plano emocional, siempre tendrás la impresión de que no recibes el amor que te mereces, y tendrás razón.

Mi devoción por la Reina de Saba se intensificó un día que oí una conversación entre dos mujeres detrás de un mostrador de una tienda. Me pareció muy instructiva. Estaba esperando a que me atendieran, pero quedé tan atrapada en la discusión sobre los sufrimientos y aflicciones de una tercera mujer, que no quise interrumpir. Parecía que la pareja de su amiga en común era un hombre bruto, que la trataba mal desde el principio. A él querían despellejarlo vivo; a ella querían abofetearla. Ya estaba bien. Menos mal que la paciencia, el amor y la indulgencia de nuestras amigas del alma no van más lejos cuando estamos viviendo un infierno de autodestrucción. Los ángeles no siempre tienen alas.

- Sólo quiero agarrarla por los hombros y decirle a gritos; " Deja de ser tan patética y piensa en lo que estás haciendo. Ponte firme con tu pareja. No renuncies a tu trono. Has olvidado tus derechos de nacimiento. Eres la hija de la Reina de Saba".


- Desde luego, dijo la otra mujer, no ha nacido el hombre al que permitiría que me tratase de esa manera. 


- Porque nosotras sabemos que tenemos sangre real. Esa es la verdad, cuando un hombre me pregunta ¿qué quieres de mí?, ¿sabes qué le digo? "Todo lo que tengas", todo lo que tengas y más. Dame todo lo que tengas y yo te diré si me estás dando bastante. Y si no es suficiente te lo haré saber para que me des más.


La mujer empezó a reírse y yo también.


- Eso es lo que tiene que hacer esa chica, nos está dejando mal a todas las mujeres.
 

El Espíritu nos habla de muy diversas formas. " Las mujeres que se valoran poco hacen la vida más difícil al resto de mujeres".

Casi todas las mujeres que conozco padecen, en distintos niveles, déficit congénito de la reina de Saba, un desequilibrio que afecta a la comunicación entre el cerebro y el alma. Entre los síntomas de este déficit figuran la distorsión y la confusión, similares a los que sufren los miembros de las familias reales destronadas que tienen que vivir en el exilio. En otras palabras, son personas que están desorientadas. Aquellas de nosotras que sufrimos esta legendaria enfermedad, que va y viene según nuestro estado de ánimo, según nuestros niveles de confianza en nosotras mismas y nuestra fuerza moral, seguimos olvidándonos de quiénes somos. Colocamos la corona fuera de su lugar.


Cuando perdemos el contacto con nuestra auténtica naturaleza, nos resulta imposible crear fronteras que protejan, enriquezcan y mantengan firme nuestro amor propio, que vale su peso en oro. Nos olvidamos de que somos mujeres de primera categoría que intentamos rebajarnos para el resto del mundo con tal de ser aceptadas. Pero si quieres que te admiren, adoren y quieran, deberás resistir. Una cosa está clara, y es que la reina de Saba no sentía repulsión por ella misma.


" Lo terrible es fingir que la segunda categoría es la primera categoría. Fingir que no necesitas amor cuando lo necesitas, o que te gusta tu trabajo cuando sabes muy bien que eres capaz de hacer algo mejor. Sólo existe un pecado de verdad, y es convencerse de que la segunda clase no es más que la segunda clase".


Y tú no eres de segunda. Tú desciendes de un linaje antiguo y sagrado: el de las hijas de la Reina de Saba. Mantente erguida. Amiga, todavía no ha nacido el hombre cuyo amor merezca abandonar tu TRONO.

Sarah Ban Breathnach,"Hacia el alma esencial".

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